.Episodio II
De cómo el caballero Lukiluk llega a tierra infiel y lo que allí le aconteció.
Según os dejé en la última misiva, partimos hacia tierras del Levante con el ánimo elevado y alegre cabalgar. Y en llegando a nuestro destino a primeras horas del atardecer vimos que las condiciones de la mar eran placenteras y ni cortos ni perezosos preparamos los aparejos y zarpamos en nuestras naves. Las tripulaciones estaban exultantes,¡¡¡ Por fin la mar océana!!!.
Después de tanto preparativo ,que si vituallas, que si municiones, la marinería estaba preparada para empezar a medirse con los Levantes, los Lebeches, los Jaloques o con quien osara asomar la nariz por el horizonte. Pero lo que encontramos fueron pequeñas incursiones de los Levantes que no satisfacían, ni con mucho, las ganas de batalla de las tripulaciones. Y así pasó la jornada en espera de que en las futuras, el destino nos deparara toda clase de aventuras.
Pero no fue así y en las dos siguientes jornadas ni los Levantes, ni los Lebeches hicieron acto de presencia, sin duda acobardados por el impresionante ondear del velamen de la flota en espera de la batalla. Y así tuvimos que entretener a la marinería en grandes cabalgadas por la zona, en caballos de hierro con ruedas, que a golpe de pedal nos llevaron a tierras de gran belleza llamadas de Calblanque y al famoso Cabo de Palos, escenario de grandes naufragios.
Desesperados por la tardanza de la batalla, ya que el enemigo no acudía, decidimos ir a su busca, pues logramos enterarnos, no sin antes aflojar nuestra bolsa, que los Levantes solían guarecerse en un lejano lugar llamado Playa Genoveses a muchas leguas de distancia. Y allí que enfilamos con la expedición.
Al llegar vimos como los nativos andaban con sus vergüenzas al aire por la playa, pero ni rastro de los Levantes. Los cobardes, al enterarse sin duda de nuestra llegada pusieron pies en polvorosa y no aparecieron a dar la batalla en su preciosa bahía. Con el puño en alto les maldijimos y les emplazamos a dar la cara.
Los ánimos empezaban a fallar y la moral de la marinería iba decayendo, para lo cual decidí, como capitán, hacer un alto en la morisca villa de Mojaca,r donde dimos buena cuenta de las viandas que se nos ofrecieron partiendo a la noche de nuevo.
Pero , amigos, al alba del dia siguiente la furia de los Levantes, que hasta entonces habían estado agazapados, se desató. Allí estábamos a dar buena cuenta de ellos . Con brío y sin reducir el trapo desplegado les hicimos frente, armados con nuestras corazas de neopreno largo, dando lugar a uno de los lances más bellos que se recuerdan en estos lares. Las horas de dura lucha y la falta de alimentos frescos se iba notando y temiendo que apareciera el temido escorbuto decidimos arribar a alguna playa donde reponer energías. Encontramos unas tribus que nos proveyeron adecuadamente una vez que oyeron sonar los doblones de nuestras bolsas y volvimos a zarpar.
Pero al rato, los elementos se confabularon en forma de rayos y la flota hubo de volver al refugio del puerto, donde en medio de terribles aguaceros nos vimos obligados a retirarnos.
Puerto Chaboling es un puerto peculiar, donde se dan cita corsarios y bucaneros de Flandes, Germania y la pérfida Albión, todos ellos muy curtidos en miles de batallas y donde suelen a navegar hasta cuarenta navíos a la vez.. Sorprende saber que estas gentes de avanzada edad ( no menos de 65 años) son expertos marinos retirados, que viven pendientes de los vientos “todos los dias del año”, navegando la mayoría de ellos, por las buenas condiciones de la zona. Su pericia como navegantes es asombrosa para cualquier edad, mucho más con la suya.
Al dia siguiente, otro nuevo ataque esta vez de los Norestes, que nunca son bienvenidos en estos mares. Se luchó mucho y bien, dando buena cuenta de ellos en largos bordos de izquierdas. Más llegado el mediodía volvió la lluvia, sin amedrentarnos seguimos presentando batalla, pero una vez más, los bellacos, echaron mano de los rayos y en medio de la tempestad tuvimos que arriar velas. “ No mandé a mis barcos a luchar contra los elementos”.
Desalentados después de seis dias de expedición y solo tres azañas (que tampoco pasarán a los libros de navegación) decidimos volver a nuestros cuarteles de invierno ,en vista de que las condiciones de la mar no cambiaban.
Antes de partir pasamos a visitar la reunión de caballeros del Surfari donde, al ser viernes todavía no había nada.
Llegados de nuevo a la villa y corte, recibo mensajes de los caballeros del RP, en los que se dice que están triunfando ante tremendos huracanes en los gloriosos mares del estrecho. Levanto mi copa por ellos.
Esperando no haberos aburrido demasiado, se despide este caballero, no sin antes deciros que no habiendo quedado satisfecho totalmente de esta andanza, amenazo con volver.
Buenos vientos tengais.