El Rp .... también esquia!!

..... [applaudit] .... pues a ver si con eso del arte sureño como excusa consigo bajarme a la doña para Tarifa en alguna ocasión,.. [ojos] [ojos]
 
No dejas de sorprenderme, qué historia mas cojonuda y qué forma de escribirla, me encanta. Ya sabes que en reve recibirás visitas de dos afortunados, los demás tardaremos mas en bajar [saludo]
 
Bravo Adolfo !! [applaudit] Da gusto leerte.
Yo ayer estuve ojeando una revista antigua del national geographic que traía un artículo extenso de un tal Reinhold Messner. Tremendo alpinista, aunque por lo que parece bastante insoportable. Cuando escalo el Everest en solitario y sin oxigeno en su mochila llevaba comida para una semana, combustible, un saco de plumas y una tienda de campaña. Ni cuerdas ni friends. Podías contarnos algo de este personaje ( me quedo con D. Enrique Herreros ) y así seguimos enganchados a tus relatos. [saludo]
 
¿Reinhold Messner?
¿El mejor alpinista de todos los tiempos?
¿El primer hombre en hacer los catorce ochomiles?
¿El primero que lo hizo sin oxígeno artifical, ni sherpas, ni ayuda exterior?

Reinhold Messner es muy famoso y sus historias son bastante conocidas pero tiene algunas que ponen los pelos de punta como cuando escaló con su hermano la pared del Rupal al Nanga Parbat, la pared más alta del mundo, llegaron a cima y bajaron por la vertiente del Diamir completando así la travesía a la montaña que nadie más ha hecho y donde murió sus hermano por agotamiento en el descenso.

Pero es que Messner es muy conocido y a mi me gusta más hablar de los malditos, de los tipos que hicieron cosas y muy pocos los conocen.

Por ejemplo os podría contar algo del colega de Messner, su inseparable compañero, tan bueno como él pero mucho más discreto, Hans Kammerlander. Ojo los dos son italianos, pero solo de pasaporte.

Este pavo, sin ser un mediático como Messner, aparte de acompañarle en casi todos los ochomiles (él tiene trece y no hace el catorce porque no se le emperejila) bajó esquiando desde la cima del Nanga Parbat, desde casi la cima del Everest y del K2. O sea, nada.
El dia del Everest, además, batió el record al subirlo en diecisiete horas del tirón y luego esquiarlo. Por supuesto en estilo alpino, a pelo sin campamentos intermedios y por supuesto nunca ha escalado con oxígeno, sherpas, ni pollas. Otra liga.

Igualito que algunos "aventureros expedicionarios televisivos" que por aquí pastan [fcp] ( léase vergüenza ajena)

Pero eso otro día, que hoy estoy ocupado y me liáis.
 
Luki!, proximo capitulo cuentanos alguna de Rabada y Navarro !!!. [applaudit]
Yo abro mucho los ojos cada vez que oigo alguna de estos piezas :shock:
 
Esos me suenan del naranjo de bulnes.
Otro gran alpinista esquivo a la fama es Jorge Egocheaga, supe quien era a raiz de otra de tus lecciones sobre Iñaki Ochoa.

Ale, ya tienes hasta peticiones para ilustrarnos.
Y date prisa, que viene levante.

Y ya hablandode esqui, se sigue pudiendo esquiar en la sierra de madrid. Ayer me apreté 3 bajaditas.
 
shomon dijo:
Luki!, proximo capitulo cuentanos alguna de Rabada y Navarro !!!. [applaudit]
Yo abro mucho los ojos cada vez que oigo alguna de estos piezas :shock:

Has dado en el clavo. Me tocas la fibra porque por esta pareja siento verdadera debilidad.
La historia de esos si que es de las buenas.
Incluso tengo algún DVD por ahí con imágenes de ellos escalando que es una auténtica joya.

Venga la siguiente va de dos mañicos con los cojones más grandes que los del caballo de Espartero.
 
Hola querido Luki! [smilie=worship2.gif]
Son verdaderamente tus relatos obras maestras de la divulgación, osea mi más sentido acto de admiración, me encanta tús conocimientos y tús relatos! [sherlock.gif]
Por favor sigue expresándote así, y no cambies nunca! [platano2]
 
Al loro. Peligro. Chapa del tío Lukiiii. [vuelta.gif]

El otro día Shomon me dijo que contara algo sobre Rabadá y Navarro y yo le contesté que ese tema me tocaba la fibrilla. Voy a explicar porqué.

Uno va cumpliendo añitos y, al revés de lo que se dice, eso no te hace más sabio, te hace más tonto y además más blando. Claro que eso ya lo sabía pero al tocar el tema de esta pareja, que es algo que guardaba en un rinconcillo de la memoria donde hacía mucho que no rebuscaba, recordarlos me ha impresionado igual o más aún que cuando oía hablar de ellos en mi adolescencia. Fue una de las historias que me acompañaron cuando se las oía contar a los mayores a los que yo admiraba, viendo como ellos a su vez hablaban de esta pareja con devoción.

La idea de contar algo sobre ellos me gustó al principio pero luego no. ¿Cómo meto mano a este asunto?. Rabadá y Navarro se merecen que se cuente algo de ellos pero bien contado. Mucha tela para este cuerpecillo serrano. No sabía bien como abordarlo así que decidí releer algunos pasajes que guardo señalados en mis libros de montaña. Cuando estaba leyendo me di cuenta de que esta y otras historias han formado parte de mi vida, más de lo que yo creía.
Lo dicho, más blando y más tonto.

Además ahora ando justo de tiempo y debería de estar preparando otras cosas. No es el momento. Buf, que fatiga.
Pero ¡Que cojones! Me apetece contar algo de dos héroes de mi adolescencia y como estamos entre colegas y como hay confianza, y como para estas cosas tengo menos vergüenza que el gato de un cabaret, me tiro a la piscina y voy a intentar haceros una torpe semblanza de quienes fueron estos dos hombres, para que quien no los conozca por lo menos sepa algo de ellos. Pero tenéis que saber que en el mundo de la montaña en España siguen siendo, a día de hoy, posiblemente los personajes más respetados.
Al final he echado un par de buenos ratos escribiendo y otros, mucho mejores, releyendo.
Lo único que advierto es que no voy a despacharlos con cuatro párrafos porque se merecen que se les conozca bien. Así que el que se aburra que lo deje, pero me pienso explayar a mis anchas.
Al lío.

Hablar de Rabadá y Navarro es hablar de la cordada mítica, la cordada perfecta, donde la amistad, el coraje y la técnica de escalada, llegan a sus últimas consecuencias.
Alberto Rabadá y Ernesto Navarro eran dos mañicos que vivían en Zaragoza.

Rabadá apodado “Edil” , nació en 1933. Era carpintero- tapicero, de gran envergadura, un verdadero gigantón para las tallas de la época.
Navarro era pequeño, fontanero, un año menor y soltero como su amigo Alberto.

Rabadá empezó a destacar muy pronto en el mundo de la escalada por su fuerza pero también por su arrojo. Por donde nadie se atrevía a pasar, él pasaba. Siendo muy joven empezó a acompañar en sus escaladas a la vieja guardia de escaladores del Club Montañeros de Aragón que le reprochaba esa “locura” con la que escalaba pero que en el fondo veían en él a alguien con un toque especial para esto.

Pronto se le quedaron pequeñas las vías clásicas que escalaba con los de su club y junto a una nueva ola de jovenzuelos irreverentes empezó a abrir nuevas vías en las paredes habituales.

Conoció a Navarro en la mili y desde entonces se hicieron amigos inseparables. Era pintoresco verlos caminar juntos, uno tan grande y el otro tan pequeño. Nadie podía sospechar entonces que esa pareja marcaría todos los hitos de la escalada en este país.

Como ya se les quedaban pequeñas las paredes en las que abrían nuevas rutas, decidieron poner su punto de mira en Riglos. Este pueblecillo pasaría siendo una aldea más, olvidada, del Aragón profundo, si no fuera porque a su espalda se alzan los Mallos . Los mallos son formaciones de roca de conglomerado con unas características muy especiales, son extremadamente verticales, tienen muchos agarres pero los agarres son más falsos que un euro de madera, son bolos de cantos rodados ligados con pudinga que hace que muchos se suelten cuando te agarras a ellos. Yo sólo he escalado una vez allí y salí horrorizado, no he pasado más miedo en mi vida oyendo pasar cerca de la oreja el silbido de los pedrolos cayendo desde docenas de metros más arriba. Nunca más lo volví a intentar allí. Por cierto, ahora que me acuerdo, la última vez que estuve allí estaba en el refugio Iñaki Ochoa de Olza, del que ya os hablé en otra ocasión.

Pero bueno, retomamos a los dos mañicos a los que dejamos escalando en los difíciles y peligrosos Mallos de Riglos y no sólo escalando vías ya recorridas sino que rápidamente se plantearon abrir nuevas rutas cada vez más duras y expuestas hasta que por fin escalaron el espolón del Mallo Firé y el Puro, los dos grandes monolitos que permanecían inviolados.

Las posibilidades de Riglos se agotaron pronto. Saltaron a Pirineos y allí realizaron en Ordesa dos de las rutas míticas de la historia de la escalada en España, el Tozal de Mayo y sobre todo el Espolón del Gallinero. He visto esas tapias muchas veces y os juro que acojonan sólo de mirarlas aparte de que el entorno es sobrecogedor, uno de los mejores paisajes de montaña que se pueden ver. Recomiendo visitar Ordesa a quien no lo conozca.
No me explico ahora, ni nadie entonces, como una pareja de veinteañeros agarraban una moto vieja en Zaragoza el sábado por la tarde cuando salían de trabajar, porque entonces se trabajaba los sábados, y con las mochilas, las cuerdas, clavijas y demás achiperres, incluidas las albarcas con las que escalaban, se dirigieran todos los fines de semana a Pirineos por esas carreteras de los años cincuenta lloviera o tronara para embarcarse en esas aventuras que aún hoy resultan escalofriantes con la técnica, los materiales, la información meteorológica y las comunicaciones de que disponemos. Pero ahí estaban ellos dispuestos a hacer posible lo que parecía imposible.


Llegaban a las tantas de la madrugada, a veces empapados, siempre helados, echaban una cabezada de un par de horas, se zampaban una lata de sardinas y se metían, antes de amanecer, en un pedazo de vía que se te pelan los huevos sólo de pensarlo, echaban todo el domingo en la pared y a última hora, ya muy de noche, bajaban, agarraban la moto y para casa para madrugar e ir a currar al día siguiente como si hubieran pasado el domingo leyendo el periódico en el parque.

Al final, inevitablemente, volvieron la vista hacia el gran reto. Lo que todo el mundo desearía hacer pero nadie le echaba los huevos suficientes y mira que había buenos escaladores. El monolito ibérico. El Naranjo de Bulnes o Picu Urriellu, como se le conoce en la zona, pero por su cara inaccesible, la cara oeste. Entre montañeros, cuando alguien dice “la oeste” sin más, todo el mundo sabe a lo que se refiere.

También he estado varias veces al pie de esa mole vertical de quinientos metros. Estar debajo te deja sin palabras, sólo pensar en subirte ahí te deja los huevos como güitos de aceituna. Para plantearse meterse en esa escalada, aún hoy en día en que su grado de dificultad está superado, hay que estar fuerte física y mentalmente, sobre todo mentalmente. Y tener una técnica de escalada bien trabajada en grandes paredes que no es lo mismo que escalar en la Pedriza. Incluso un tuercebotas como yo, ha escalado el Naranjo pero por una cara que nada tiene que ver con esa mole inhumana, orgullosa y desafiante.

Alberto le tenía echado el ojo a la muralla invencible desde el año cincuenta y ocho y sabía que las mejores cordadas de la época se relamían pensando en ser los primeros en escalar por la pared más alta de la península. Así que se lo comentó a Ernesto y, como siempre, este estuvo dispuesto a afrontar el desafío.

Un buen día Rabadá leyó una crónica pormenorizada en la revista del Club Peñalara de la escalada de la oeste. Se quedó blanco del susto, siguió leyendo hasta que llegó al final del relato donde se decía que era un sueño. Eso le acabó de meter los perros en danza porque veía que alguien no tardaría en lograr la ascensión y preparó con su amigo Ernesto el ataque en las siguientes vacaciones de verano.

En cuatro o cinco días de escalada en agosto del sesenta y dos la pared de la cara oeste del Naranjo quedó abierta. La ruta que trazaron fue épica por su elegancia, por la lógica de su recorrido, por su compromiso, por su estilo. Para los ajenos a la montaña hablar de elegancia y estilo en escalada les puede sonar raro. Creo que es interesante aclararlo.

Cuando se escala se van utilizando las presas y agarres naturales de la roca para progresar, en las fisuras de la roca se insertan clavijas y diversos tipos de empotradores para ir poniendo puntos fijos por donde pasa la cuerda y en caso de caída servir de seguros, estos luego se retiran. En ocasiones estos seguros, a falta de mas presas se utilizan para poner escalones de cuerda y poder así continuar, pasando a denominarse escalada ”artificial” en oposición a la escalada “libre” que sólo usa las manos y los pies. Pero hay sitios donde no hay agarres suficientemente buenos o las fisuras son escasas y entonces se perfora la roca con un ramplús y se instala un taco metálico de expansión fijo que se queda ahí.

A Rabadá y Navarro no les gustaba perforar ni deteriorar la roca. La escalada debía ser limpia y la pared debía quedar como antes de pasar por ella. Esto era revolucionario porque estaba completamente admitido por todos que cuando no se podía otra cosa había que taladrar. El objetivo era la cumbre a cualquier costa y con seguridad. Para Rabadá y Navarro lo primero era la limpieza y estilo de cómo se subía. Si no se podía subir por un sitio sin taladrar pues no se subía, se entrenaba más y ya se intentaría más adelante, o se dejaba para las generaciones venideras más preparadas.

Esto les obligó a inventar otros sistemas de progresión por medio de cuñas, astillas y tacos de madera que embutían a martillazos en el más mínimo resalte y luego sobre ellos apalancaban o clavaban las clavijas. Esto conservaba la roca en perfecto estado pero dejaba la seguridad en un segundo plano. Este estilo limpio primaba la ética y la forma en la que se escalaba sobre el resultado de la cumbre. Hacer cumbre, si, pero no de cualquier manera. Para ellos no todo valía.

Todavía hoy la Rabadá Navarro a la Oeste del Naranjo es una vía mítica que no puede faltar en el currículum de un escalador que se precie. Hay que tener en cuenta que embarcarse en la apertura de una vía de estas características y con esos medios es entrar en territorio de aventura de verdad, sólo al alcance de corazones muy curtidos. Cada largo de esta vía ha sido estudiado y admirado por generaciones de escaladores.

Como curiosidad diré que en medio de la pared existe una especie de terraza amplia donde hacer un buen vivac para dormir, ya que la vía no se hacía en un día, y mucho menos en la apertura. Esa famosa terraza de la cara oeste del Naranjo se llama desde entonces plaza de Rocasolano porque era la plaza de Zaragoza donde Rabadá esperaba a que su novia saliera del trabajo.

Rabadá y Navarro en cuatro años abriendo paredes inexploradas habían agotado su terreno de juego. Estaban varios peldaños por encima del resto de escaladores de su época. Ellos se habían paseado por donde los demás sólo soñaban pasar.

En ese momento se preparó la primera expedición de la Federación Española de Montaña a los Andes. Se hizo una selección de los mejores escaladores pero aquí entramos en terrenos farragosos. Federación tiene que ver con despachos, con intereses, cosas en las que Rabadá y navarro no eran expertos. Al final se les excluyó de la expedición. Los dos mejores escaladores de España se habían quedado fuera.

Todos sabemos cómo son los aragoneses, gente noble, abnegada, de raza. Se tragaron su rabia y empezaron a pensar en su desquite.
Su coraje no tenía límite. Se veían fuertes, poderosos. Tenían veintinueve y veintiocho años, estaban en la plenitud de sus facultades y su insaciable apetito de aventura les llevó a dejar volar su imaginación lejos, muy lejos de su Zaragoza. Lamentablemente ellos sólo eran dos currantes sin dinero ni tiempo para dedicarlo a la montaña como a ellos les hubiera gustado, en la España deprimida y empobrecida de los primeros años sesenta. Sin embargo el fuego que les ardía por dentro era muy fuerte y no tenían miedo a nada ni a nadie.
¿Porqué no probarnos donde los grandes del alpinismo mundial?

Ahora os voy a poner en antecedentes para que podáis valorar mejor el reto que se plantearon.

En la primera mitad del siglo XX el epicentro del alpinismo mundial eran los Alpes. Allí es donde se realizaban las grandes gestas. No sólo por franceses, suizos, italianos o alemanes, también estaban en esas montañas la flor y nata del alpinismo británico y americano.

Pero existían los “Tres Grandes Problemas” de los Alpes. Las tres grandes caras norte sin ollar.

La cara norte del Cervino o Matterhorn, la de la famosa foto de las tabletas de chocolate suizo, después de muchos intentos se había logrado conquistar en 1935.
Al año siguiente cayó la impresionante cara norte de la Grandes Jorasses, en el macizo del Mont Blanc. Un hito histórico.

Pero seguía invicta la más grande, la más peligrosa, la que más muertes había ocasionado intentando escalarla, la Eigernordwand, la cara norte del Eiger, el Ogro.

Grindewald es un precioso pueblecito alpino en el Oberland bernés suizo muy cerca de la famosa Jungfrau, en un valle de cuento, donde se encuentra una famosa estación de esquí y en la que hay unos confortables hoteles de montaña desde cuyas terrazas se contempla la inmensa mole de la Eigernordwand. Otra curiosidad, la película “Licencia para matar” de Clint Eastwood trata de una escalada a la norte del Eiger y sale repetidas veces la terraza con el telescopio que enfoca directo a la gran pared y desde la que se controla perfectamente la progresión de las cordadas mientras se toma una cervecita en una tumbona al sol, cuando hay.
Esta pared de mil ochocientos metros de altura es sombría y lúgubre, al ser cara norte nunca le da el sol, siempre tiene hielo, nieve y está formada por una roca descompuesta de la peor calidad que hace que las rocas y los trozos de hielo se desprendan con los cambios de temperatura y conviertan la escalada en una bolera donde las bolas son las rocas y los bolos los escaladores.

Esta pared había tenido muchos intentos por ser conquistada, todos acabaron trágicamente porque la vuelta atrás es prácticamente imposible llegados a cierta altura. Tantos muertos se había cobrado que se había convertido en un problema para el pueblo de Grindewald y llegaron a prohibir la escalada durante un tiempo.
Una de las curiosidades de esta pared es que en el tercio inferior hay un boquete que realizaron para hacer un túnel y subir por dentro de la montaña un tren cremallera para los turistas. Esa abertura ha servido algunas veces para hacer rescates a alpinistas con problemas. Rebasado este punto en la escalada no hay vuelta atrás porque la pared se vuelve extraplomada y en caso de rapel para intentar bajar, quedas colgado de la cuerda en el vacío y lejos de la pared.

El Eiger tiene tantas historias y aventuras que se han escrito infinidad de libros sobre él.

De modo que nos quedamos en que en esa época la norte del Eiger se había convertido en el problema irresoluble.

En 1938 con Hitler en el poder en Alemania, la Eigernordwand se presentó por el régimen nazi como un desafío que debía conquistar la raza aria no fuera que algún francés, británico o, peor aún, norteamericano con el peligro de que fuera judío se les adelantara y les pisara los callos en el mismo corazón de la Gran Alemania. Muchos fueron los intentos y muchas las muertes.

Unos años después esa “guerra fría del alpinismo” se trasladó al Himalaya donde las potencias pugnaron por ser cada una la primera en ollar un ochomil. Así la primera fue Francia con el Annapurna, luego Alemania con el Nanga Parbat, Italia con el K2 o “kappa due” cómo ellos le llaman, e Inglaterra, por medio de su excolonia Nueva Zelanda, con el Everest.

Finalmente en el Eiger llegó el momento en que dos potentes cordadas formadas por varios miembros de la élite alpinista nazi lograron tras un gigantesco esfuerzo vencer al Ogro, que es lo que significa Eiger, como ya hemos dicho. Uno de los alpinistas que lograron esta proeza fue Harrer quien luego fue apresado por los ingleses en la Segunda Guerra mundial mientras intentaban escalar por primera vez el Nanga Parbat, huyendo y cruzando a pie el Himalaya hasta el Tibet y convirtiéndose en tutor y amigo del actual Dalai Lama; odisea que dio lugar a la famosa película “Siete años en el Tibet” protagonizada por Brad Pitt.
El Eiger después de esa primera ascensión siguió cobrándose víctimas, seguía siendo la montaña más peligrosa. Recordemos que todavía no le había llegado el momento al Himalaya.

Y volvemos con nuestros dos mañicos.
Aquí ya eran “famosos” en el mundillo montañero. Lo habían hecho todo y eran muy admirados.
¿Cuál sería el siguiente reto que se les metería en la cabeza después de escalar lo que nadie había escalado por aquí y de quedarse fuera de la expedición a los Andes?
Lógicamente, la Eigernordwand.
Nada más y nada menos.

Sin pasta, sin gran experiencia en escalada invernal, con muy pocos días de vacaciones para realizar una hazaña de esa envergadura, consiguieron que Montañeros de Aragón les echara un cable con el material y la información de la pared. Justo un año después de la apertura de la oeste al Naranjo cogieron un tren y aparecieron en Grindewald , junto a su amigo Luis Alcalde que haría de enlace desde el pueblo para informar a España; era el dos de Agosto de 1963. Como de dinero andaban peor que de rodillas, de hoteles como solían ir el resto de alpinistas ni hablar, montaron su pequeña tienda de campaña en una pradera y allí se instalaron dispuestos a aprovechar los pocos días de que disponían.
En este punto, revisando la historia, echo mano de internet y del libro “ Combates por el Eiger” de Toni Hiebeler, que fue el primero que lo escaló en invierno, para copiar los datos cronológicos, de las personas y de lugares e intercalar algunos párrafos que explican mejor de lo que yo lo podría hacer lo que allí ocurrió. Hiebeler estuvo presente en los acontecimientos.

Durante varios días y obligados por las malas condiciones climatológicas, los dos aragoneses se tuvieron que conformar con estudiar a pie de obra las características de la pared, analizando cómo evolucionaba en función de los distintos horarios. Por fin el día 10 de Agosto el tiempo mejora de forma considerable, por lo que se afanan en preparar el equipo indispensable: 15 clavijas de roca, 4 de hielo, una sola cuerda roja de 60m, infernillo de gas y comestibles para dos o tres días.

El Domingo 11, a las 1:30 de la madrugada se pierden en la noche, acompañados de su amigo Luis Alcalde que les acompaña hasta la base.
Al pie de la pared, se encuentran con dos japoneses que han tenido la misma idea y que ya han realizado importantísimas hazañas en distintas montañas del mundo. Como no puede ser de otra manera, y al no ser capaz de entenderse con sus colegas nipones, Rabadá y Navarro atacan en solitario la pared. Son las 3 de la madrugada.
La marcha de las dos cordadas es extremadamente lenta y hacia el medio día todavía estaban bajo la llamada 'Travesía difícil'. Mientras los dos japoneses optan por vivaquear en el 'Nido de las Golondrinas'; los dos españoles continúan escalando sin impórtales la continua caída de rocas, que el calor del medio día hace desprender continuamente de la cima y que había sido la causas de tragedias en cordadas anteriores. Se limitan a encoger la cabeza cuando escuchan el escalofriante silbido, y una vez que ha pasado, continúan escalando. Para ellos esto es un fenómeno normal y sin importancia aparente; recuerdos de Riglos.

Cuando Rabadá y Navarro alcanzan la entrada del segundo nevero, establecen su primer vivac. Al cabo de poco tiempo una primera tormenta de extraordinaria violencia estalla. Nieva en la cercana Jungfrau y en la mitad superior del Eiger. En su emplazamiento una cascada continua de agua recorre las brillantes rocas de la pared.

El lunes 12, la lluvia cae sin interrupción durante toda la mañana y nieva a partir de los 3.500 m. Los japoneses no lo dudan y regresan apresuradamente a Grindelwald.

Asombrados, los espectadores que siguen desde los hoteles ubicados frente a la pared, observan como los dos españoles, desafiando a la climatología, continúan escalando.
Emplean casi todo el día para superar el '2º Nevero', donde Rabadá sufre una caída de 25 m., que sólo supone una pérdida de tiempo. A la caída de la tarde y tras superar 'La Plancha' establecen su segundo vivac en el lugar que está bautizado como 'Vivac de la Muerte' porque allí se desarrolló una de las grandes tragedias del Eiger.

Nadie logra entender porqué los dos españoles no han regresado después del primer vivac. Luis Alcalde comienza a inquietarse, pero supone que sus dos compañeros habrán evaluado positivamente la situación. Todos los entendidos locales que van siguiendo la escalada a través de los catalejos, piensan que si la tormenta continua intentarán la retirada a la mañana siguiente a pesar de lo peligroso que resultaba el realizarlo desde ese punto. Varias cordadas ya se habían matado en el intento en años anteriores.
El martes 13 se produce una mejoría pasajera por la mañana. El sol se filtra entre las nubes y desprende una bruma que envuelve indistintamente la pared. Ahora es la oportunidad de iniciar el descenso con ciertas garantías y con un poco de suerte lo podrán realizar en una sola jornada. Pero hacia el medio día se acaba la relativa mejoría. A través del telescopio solo se distingue la negrura de la pared. Es Von Allmen, propietario de los hoteles y gran conocedor de los secretos de la pared, quien descubre dos puntos de colores por debajo de 'La Rampa'. Son los dos españoles y están escalando.

Rabadá y Navarro han sacrificado alegremente la última oportunidad de retirarse. El Eiger los acoge en su maraña de peligros. Los españoles continúan progresando, pero lo hacen con una lentitud exasperante. Han pasado toda la mañana para hacer solamente dos largos de cuerda (120 m.) sobre el '3er Nevero'. Poco a poco la inquietud se apodera de los observadores de la Scheidegg.

Alberto, grande y fuerte, escala siempre como primero de cordada abriendo vía. Lleva un anorak rojo, Ernesto uno de color azul. Los catalejos permiten distinguir los colores en la inmensa pared. Los escaladores son designados como el punto rojo y el punto azul. Entre las conversaciones se pueden escuchar comentarios macabros.
- Has visto, el punto rojo no se mueve; ¿es que está muerto?
- No, el punto rojo no está muerto, se puede observar como se mueve y supera al punto azul.

Para un experto como Toni Hiebeler no se le escapaba que el ascenso se estaba realizando con una lentitud infinita. Ellos no tenían, como ya he dicho gran experiencia en escalada mixta de roca y hielo dónde estás obligado a escalar con los crampones puestos por la roca. Digamos que es la técnica más depurada del alpinismo. Además sus viejos crampones artesanales son de diez puntas, sin las dos delanteras, y eso les obliga a tallar escalones con el piolet en vez de clavar las puntas de los crampones en el hielo para avanzar.

A las 8 de la tarde los aragoneses podrían haber montado su tercer vivac por encima de la 'Chimenea de la Cascada' en un lugar relativamente favorable, pero Rabadá parece no darle importancia y continúa escalando. Es visible en cada centímetro de hielo lo que le cuesta progresar para tallar un escalón con su piolet. Es sin duda un espectáculo dramático el que ofrecen unos hombres luchando por su vida a sabiendas de que nadie puede ayudarlos.

Los escaladores españoles poseen visiblemente una excelente técnica con la cuerda y las clavijas, pero no están en posesión de todas sus fuerzas. Si el tiempo y las condiciones de la pared no empeoran, podrían alcanzar la cima en dos o tres días.

A las 8:30 de la tarde los aragoneses montan su tercer vivac encima de la 'Chimenea de la Cascada' en un sitio minúsculo y prácticamente colgado en el vacío. Durante la noche, la lluvia y la nieve recomienzan a caer.

Esa misma tarde los expertos, capitaneados por Hiebeler comienzan a plantearse una operación de rescate y así se lo comunican a Luis Alcalde, proponiéndole la asistencia de escaladores españoles; pero, por desgracia, aquellos que podían ayudar se encuentran en esas fechas desparramados por las montañas del mundo. Von Almen, informó de la situación al jefe de seguridad alpina, que respondió, que antes de intervenir, necesitaba la confirmación de que algún organismo o persona se hicieran cargo del importe de la operación. Alcalde se puso en contacto con el Club de Montañeros de Aragón, que aceptó hacerse cargo del importe por alto que fuese.
El miércoles 14, a las 7:30 de la mañana, el tiempo se torna a favor de los dos escaladores. La nieve y la lluvia han cesado, la bruma se disipa. En la Petite Scheidegg se siente disminuir la inquietud.

La pared se encuentra nevada a partir de la 'Fer a Repaser' (La Plancha). Se puede ver a Ernesto escalando en cabeza de la cordada, superando el nevero sobre la Rampa, pero tardan cuatro horas para recorrer cuarenta metros. Ernesto necesita cerca de treinta golpes de piolet para tallar un escalón en el hielo, mientras que un buen glaciarista en posesión de todas sus fuerzas no necesita más que tres o cuatro golpes. La fatiga devora progresivamente sus fuerzas.

Por cierto tiempo la cordada desaparece de la vista de los observadores de la Scheidegg al empotrarse en unas rocas a media altura de 'La Rampa'

A las 3:30 de la tarde, es Alberto quien aparece en cabeza por debajo de la 'Travesía de los Dioses'. Es aquí donde coloca un mosquetón de seguridad para hacer subir a su compañero; pero la cuerda se encaja en un saliente y debe arriesgarse en realizar una larga maniobra para liberarla de su encajonamiento. Pasadas dos horas, por fin, se realiza la reunión de los dos escaladores. Son las 5´30 de la tarde. El sol decae y arranca brillos de las rocas relucientes de agua.

A las 8:30 los aragoneses se preparan para pasar su cuarta noche en la pared y preparan un vivac en un emplazamiento muy reducido, al borde de un abismo impresionante, justo pasada la 'Travesía de los Dioses' al comienzo del glacial colgado de 'La Araña'. El mal tiempo vuelve de nuevo con más fuerza que nunca. La lluvia retumba sobre los tejados de la Scheidegg, una niebla espesa se apodera de la pared.
Todo el mundo abajo está estupefacto de ver la tenacidad de los dos escaladores y que en ningún momento han dado ninguna señal de pedir ayuda.

El jueves, 15 de Agosto, la pared es invisible. Fritz Von Allmen y Toni Hiebeler comienzan los preparativos de una operación de rescate. Tres alpinistas españoles llegan desde Chamonix al enterarse por las emisoras y por las noticias de los diarios, de la desventura de sus compatriotas. Son Ángel Landa y los hermanos Regil, de Bilbao, tres de los mejores escaladores y esquiadores nacionales.

Los tres españoles, junto con el italiano Roberto Sorgato y Toni Hiebeler, comienzan la ascensión del Eiger por la arista oeste, que es la empleada para el descenso de las cordadas y es la opuesta a la de Mitellegui. Durante la ascensión llaman a grandes voces a los escaladores; pero sus voces se pierden en la inmensidad de la pared sin obtener ninguna respuesta. Hiebeler informa por radio de esta circunstancia y da a conocer las condiciones climatológicas en la pared. Lluvia fina, visibilidad de 40m, viento del oeste con una velocidad de 25 nudos, temperatura 0º y a la baja.

Durante la tarde no cesan de hacer llamadas hacia la pared; pero la niebla parece comerse todos los sonidos.

Llega la noche y se repasa todo lo necesario para la operación de rescate. Los especialistas creen que Rabadá y Navarro se encontrarán en la zona de las 'Fisuras de Salida', previas a la arista que conduce a la cima. Coinciden en pensar que con un torno y un cable de 300 m. podría intentarse descender desde la cima algún tipo de ayuda. Fuera la temperatura cae por debajo de los 0º. Hace mucho frío.

El viernes 16 de Agosto, se unen al equipo el americano John Harlin, otro fuera de serie con historia mítica y el italiano Ignacio Piossi. Amanece con una mejoría en el tiempo. Todos están pendientes de la pared con la esperanza de poder ver a los dos españoles.

A las 6 de la mañana, Von Almen comunica por la emisora al equipo de rescate, los resultados de su primera observación por el telescopio:
- En la parte derecha de La Araña, yo distingo un cuerpo colgado, cubierto en parte por la nieve. De el sale una cuerda que conduce al borde superior derecho de La Araña donde probablemente se encuentra el otro escalador, pero no puedo verlo al estar oculto por una arista rocosa.
- ¿No hay posibilidad de error?
- La visibilidad no es particularmente buena, pero no creo equivocarme.

El equipo de rescate se queda paralizado. El americano Harlin tira con desesperación su saco al suelo y suelta una ristra de improperios. Los españoles no son capaces de articular palabra.

En la Petitte Scheidegg, Luis Alcalde se resiste a dar por cierto lo que ven sus ojos. ¿No podría ser una roca? ¿Dónde está el otro escalador? Desesperadamente se aferra a la posibilidad de que la niebla y los reflejos de la pared engañen los sentidos.

Von Almen no lo duda y pide la colaboración de un helicóptero.

A las 6:30, un aparato del tipo 204 B, sobrevuela la pared ayudados por las indicaciones que realiza John Harbin, teniente del la USAF. Un poco mas tarde se reciben las primeras observaciones efectuadas desde el aparato: La sombra alargada a media altura de 'La Araña' no es un cuerpo, es una roca que emerge de la nieve. Los pilotos del helicóptero descubren a los dos españoles absolutamente inmóviles en el borde superior de 'La Araña'.

Ante la posibilidad de que los dos aragoneses se encuentren solamente adormilados, se hace volar junto a la pared a un avión de caza tipo Hunter. El avión pasa velozmente envolviendo todo el valle con un sonido ensordecedor. El piloto anuncia que desde su posición no observa ningún movimiento.

Aproximadamente a las 12:30, otro helicóptero mas pequeño en el que se encuentra el jefe de salvamento de Grindelwald, observa como uno de los españoles colgaba de una cuerda parcialmente cubierto de nieve, mientras su compañero parece estar sentado a media altura de 'La Araña'; evidentemente los dos estaban muertos.

Hacia el comienzo de la tarde, 'La Araña' queda despejada y envuelta en una gran claridad. Toni Hiebeler cuenta en su libro lo que ve a través del telescopio. «Ahora distingo con mis propios ojos los detalles de la tragedia: Ernesto Navarro está suspendido de la cuerda. Puedo ver sus medias rojas, su anorak azul y una de sus manos que sobresale de la nieve. También veo la cuerda que le une con Alberto».

Nunca se conocerá como fueron las últimas horas de la vida de Rabadá y Navarro. Se puede suponer que los dos hombres, de una resistencia física extraordinaria y poseedores de una técnica de escalada en roca que se puede considerar entre las mejores de aquella época, carecen sin embargo de la experiencia necesaria para atacar objetivos en los que el hielo impone su ley. Sólo en determinadas ocasiones se pueden encontrar en las montañas españolas características semejantes de este tipo de escalada.
Los cuerpos sin vida de los infortunados escaladores quedaron abandonados en la pared a causa de las inclemencias meteorológicas hasta el lunes 30 de diciembre del mismo año en que tres alpinistas pudieron realizar el descenso desde la cima a base rapels hasta el lugar donde se encontraban los cuerpos.

Paul Etter, Udi Gantenbein y Josef Henkel encuentran al primer español (el que se encontraba en la parte superior) junto a la clavija de seguridad, lo que hace suponer que había sido arrastrado hasta ese punto por la caída de quien actuaba de segundo de cordada. Llevaba colocada la mochila y los crampones. Estaba de pie con el cuerpo doblado hacia atrás en posición de resistir el tirón de la cuerda y rodeado de hielo hasta las caderas. La cuerda, totalmente tensa, le unía a su compañero después de pasar por el anillo de la clavija.

El segundo escalador, que no supieron identificar, se encontraba colgado al final de la cuerda. Tenía la mochila colgando debajo de un brazo y del otro colgaba su piolet. No tenía colocados los crampones, que se encontraban en el hielo junto al cadáver.

Esta circunstancia hace suponer que el escalador que actuaba de segundo de cordada, debió caer y arrastró al primero hasta la clavija de seguridad, que frenó la caída de ambos. Después, cabe suponer, que ninguno tuvo fuerzas para superar el problema y murieron lentamente de frío y agotamiento. Rabadá desfondado para izar a su amigo herido resistió sin soltar la cuerda tensa hasta su último aliento de vida. Quizás pudo haber escapado él tras la caída y muerte de su compañero pero el vínculo que les unía no era una triste cuerda, era una cadena más resistente que el metal más duro, una amistad más fuerte que la propia vida.

Ante la imposibilidad de meter los cadáveres en los sacos de rescate y el peligro inherente de maniobrar colgados del abismo para efectuar un rescate ortodoxo; se optó por cortar la cuerda que unía los dos cuerpos y dejar que caigan a la base de la pared.

La brutal caída y múltiples rebotes en la pared, producen en los cuerpos congelados de Rabadá y Navarro horrorosas mutilaciones; quedando esparcidos restos humanos y de material en un área de 500 m.

De Alberto Rabadá tuvieron que recoger por separado, además de las piernas y brazos, la cabeza que se había desprendido en la espeluznante caída. De Ernesto solo tuvieron que buscar las piernas.

Fue a Félix Méndez, presidente de La Federación Española de Montañismo y gran amigo de ellos a quien la suerte le deparó el duro trance de tener que identificar los cadáveres de sus amigos.

Los ataúdes de Alberto y Ernesto no volvieron a abrirse nunca más. No tenía sentido agregar más dolor a sus amigos y sobre todo a sus familiares.

Alberto Rabadá y Ernesto Navarro entraron en la historia del alpinismo español elevados a la categoría de mito.


Salud y suerte, windsurfistas.
 
Sin palabras Luki. Gracias por estos relatos.
Para los parroquianos menos montañeros recomiendo ver este video también. Muestra la talla de la norte del eiger, cosa seria. [sorprendido]

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Ostias, y el Uli este que lo ha subido en 2 hrs. 47 min [sorprendido] [sorprendido] .... cuando otros tardan días, alguien me lo explica en mi infinito desconocimiento de montaña y escalada?
 
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