Hola como no pude ir a Corconte porque tenía que currar, como siempre, me he estado leyendo un libro este fin de semana . La verdad es que ha gustado mucho, os lo recomiendo. Aquí os dejo unas páginas , a ver si os gustan.
“…….de la singular batalla que acaeció en tierras castellanas, en la jornada en que se confabularon las brujas para su aquelarre equinoccial ….”
Los rigores invernales habían pasado y los navegantes se encontraban listos para las grandes gestas para las que se habían estado preparando.
En los cuarteles de invierno, los aparejos habían sido remendados, los instrumentos de navegación ajustados y la marinería se encontraba en plena forma y dispuesta para las jornadas de gloria que nos depararía el porvenir.
De pronto los vigías divisaron en la lejanía el polvo de una galopada. Al llegar el jinete ,exhausto, todo estaba dispuesto para recibirle . El emisario cayó al suelo rendido, pues llevaba varias jornadas sin parar la carrera para traernos la importantísima misiva.
El mensaje venía de las Tierras Altas, donde nuestros hermanos, cántabros y vascongados, nos anunciaban el ataque inminente de los Térmicos.
Como siempre , esta canalla , aprovechaba el sopor canicular para arremeter contra las indefensas poblaciones a las que encontraba ocupadas en sus menesteres , castigándolas duramente con tremendos vendavales que asolaban la región.
Esto fue la chispa que encendió la mecha.
A partir de aquí, hubo gran revuelo entre las tripulaciones, todo el mundo quería acudir a la llamada. Todo eran maldiciones, voto a tal, afanes y venturas. Rápidamente se procedió al acondicionamiento de los destacamentos e intendencia para la permanencia en esta región. Todas las fondas y posadas fueron avisadas para que se dispusieran a aprovisionar de viandas sus alacenas y de vino sus bodegas. Pues es bien sabido que cuando los navegantes luchan, vuelven haciendo gran estropicio de cuantas provisiones encuentran a su paso. Las chacinas y los odres de vino vuelan a su paso.
También se anunciaba la llegada de los mercaderes francos, que como siempre, proveerían de las armas necesarias a la tripulación que pudiera necesitar algún menester.
Una vez dispuesto todo, llegó el día de la marcha. Los nuevos informes de los espías de las Tierras Altas que habíamos infiltrado entre los Térmicos, nos confirmaban que se estaban dando las condiciones precisas para un ataque sin precedentes en estas tierras.
Pero todo estaba dispuesto y el ánimo de capitanes y tripulaciones estaba exultante.
Pronto iba a poder ser vista la más grande flota reunida por estas tierras, plantándole cara a los temidos Térmicos, crueles y sanguinarios, que tantos disgustos habían producido por estos lares .
Se cuenta que cuando estos Térmicos encontraban a navegantes incautos por estas aguas, lanzándose a por ellos de manera furibunda, los hacían derivar hasta naufragar llevándose los restos de las naves allende las aguas.
También es sabido que los Térmicos tenían poderosas alianzas con brujas y hechiceros que poseedores de poderes malignos, a veces, hacían mudar el cielo y entrar las temidas nieblas que confunden a navegantes , haciéndoles imposible la llegada a puerto.
Pero nada de esto importaba a los navegantes, que esperaban impacientes el momento de poderse medir con enemigo tan fiero.
Llegó el día señalado, las caravanas partieron rumbo a la zona donde se esperaba empezaría el combate. Durante el camino, fuimos adelantados por escuadras más ligeras, que se dirigían hacia la batalla.
Al llegar, el panorama era magnífico, legiones multicolores se afanaban en tener a punto la impedimenta
Los estandartes ondeaban con la suave brisa del sur.
Las arboladuras de las naves se encontraban listas para la contienda.
Los ánimos en lo más alto.
Los campamentos rebosaban actividad. Por aquí y por allá se aparejaba, se reponían fuerzas después del viaje. Las nobles damas que acompañaban a algunos caballeros saludaban bajo sus parasoles coquetamente, ocultando parte de su faz con abanicos y pañuelos, entre pícaras risitas. La chiquillería, alborozada, reía y jugaba alrededor de las naves.
Allí se dieron cita marinos, navegantes y exploradores de todas las tierras conocidas.
Había también caballeros de la Orden del Silencio. Estos caballeros están informados de cuanto acontece en este mentidero, pero debido al voto de silencio, no pueden pronunciar palabra ni escribir mensaje. Pero siempre aparecen cuando se necesita de una mano amiga para domeñar a los elementos. Tres hurras para ellos.
Todo estaba dispuesto para la madre de todas las batallas, sólo faltaba que acudieran a la cita los temidos Térmicos.
Pero los Térmicos, rufianes, no aparecían. Algún caballero maldecía con juramentos y votos a bríos, para ver si así asoman los bigotes los dichosos invasores.
Pero no, el tiempo pasaba y los Térmicos no se dignabanm a aparecer.
Los nervios se empezaban a dejar notar .¿sería una nueva treta ¿ sin embargo los hermanos cántabros y vascos juraban y perjuraban que los habían visto a no muchas leguas de allí.
De repente, un murmullo empezó a extenderse por los campamentos. A lo lejos y entre dos colinas aparecían las nubes precursoras que anunciaban la llegada de los terribles.
A partir de aquí empezó una frenética actividad. Todo navegante bien nacido se dispuso a plantar cara a semejante enemigo.
Las armaduras de neopreno y las protecciones de arnés, eran puestas sin mayor dilación .
Inmediatamente, los Térmicos aparecieron por el horizonte, su aspecto era infernal, producían pavor. Pero los caballeros con la mirada fija y apretando los dientes marcharon al agua con decisión. No sin antes las consabidas despedidas de las féminas, que si volved pronto, que si sed prudentes, que si dejáis niños y esposa.
En el agua el espectáculo era insuperable. Jamás se habían dado cita tantas embarcaciones de diferentes medidas en estas aguas, según contaron los ancianos del lugar. Hasta tal punto, de que la imagen parecía sacada de las grandes batallas del Estrecho.
Las embarcaciones iban y venían provocando infinidad de maniobras magistralmente ejecutadas por la pericia de los marinos. La batalla se prolongó y aunque se sufrían bajas, el coraje y la determinación iban logrando poco a poco meter a los Térmicos en cintura. A la vista de esto, el rey de los Térmicos ordenó redoblar la furia de sus ataques. Viéndose sorprendidos por tan infame maniobra, algunos navegantes no pudieron sino recalar a puerto para cambiar aparejo, tras lo cual volvían al fragor de la lucha sin dudar.
Así transcurrían las horas, entre duros combates y largos bordos terrales.
Al final, rendidos y sorprendidos por la entereza de la marinería los Térmicos cedieron, no sin antes mandar a dos embarcaciones a la deriva, en su cobarde huida.
Presto partió el buque nodriza para solventar el rescate, llegando a puerto sanos y salvos los tripulantes.
En llegada la noche, la alegría se manifestaba en la cara de los esforzados navegantes y sus acompañantes, viéndose todo ello acompañado por la enorme celebración preparada por la posadera del lugar, agradecida , sin duda, por haberla librado de semejantes perturbaciones.
Allí corría el vino y los manjares. Las parrillas no daban abasto para saciar el hambre acumulada tras la dura lucha, los gañotes se refrescaban vaciando tinaja tras tinaja de vino de la tierra. Se reía y se bailaba al son de los juglares, sin preocupación. Pero en el fondo de todo, se mascaba la duda que corroía a todos. ¿Habrán tenido bastante o volverán para contraatacarnos a traición?
Así transcurrió la noche entre danzas, risas y trofeos que los nobles mercaderes francos ponían a disposición de tan selecta comitiva.
Por fin , la dureza de la lucha se manifestó embargando en un cansancio y un sopor a los combatientes, que terminaron desparramados por ende las mesas y tinajas de la fonda.
A la mañana siguiente todo era más tranquilo. Se daba por hecho que los Térmicos , de volver, lo harían sobre los mismos horarios de la jornada anterior.
Craso error. Aprovechando la confusión de la fiesta de la noche anterior. Los Térmicos decidieron atacar por sorpresa mucho antes, intentando pillar a traición a los destacamentos. Dada la voz de alarma , empezaron a aparecer los caballeros que aún quedaban en activo, pues muchos marcharon, creyendo ya cumplido su deber.
Las fuerzas no eran tantas como el día anterior y el enemigo , consciente de ello, decidió echar el resto y atacar con más intensidad, si cabe a las mermadas guarniciones.
Estas , sin ser tan numerosas como la anterior jornada, dieron buena cuenta de ellos, no sin antes adecuar los aparejos a la nueva situación de ataque masivo. Parecía que el enemigo no se rendiría nunca, pero el afán de lucha iba volcando la balanza del lado de los navegantes.
Sin embargo, oh cielos, los traicioneros Térmicos echaron mano una vez más de sus sucias tretas y confabularon a las brujas y hechiceros para invocar a la temida Niebla del Pantano. Al punto , esta apreció por barlovento y aunque la dura lucha la hizo recular en un principio, al final logró imponerse, dejando el campo de la batalla con aspecto fantasmal. Una fina niebla inundó todo y sólo se veía el paso de algunas embarcaciones que no rendían su pabellón, en medio de los últimos estertores de la lucha.
Prudentemente la flota puso rumbo a puerto seguro, pues no es de recibo luchar contra los elementos, como ya es bien sabido después del desastre de la Armada Invencible.
Tras lo cual y tras haber dado buena cuenta del esperado ataque, los marinos pusieron rumbo a las dársenas, donde reparar los daños del combate.
Posteriormente quedaron emplazados para volver en cuanto asomen los temidos para dar buena cuenta de ellos.
Las tripulaciones de las Tierras Altas, vascos y cántabros, se esforzaron por hacer sentirse en casa a los marinos y vive Dios que lo consiguieron.
Alzo mi copa por ellos, por el resto de navegantes y por los que no pudieron acudir a la cita por hallarse presos en crueles cárceles laborales o sometidos al tiránico dictado de los compromisos.
Jornadas gloriosas vendrán que se recordarán, pero los hechos acaecidos en estas tierras y en estas fechas , pasaran a los libros de la navegación y permanecerán imborrables en el recuerdo de quienes los vivimos.
Salud camaradas.