Jajajaj, qué risas me he pegado viendo vuestras respuestas
Respecto del tema, falta un punto: ¿habéis probado a salir con algún hermano, amigo o conocido de corta edad cerca? Es decir, un niño. Y peor si son varios.
Sales a navegar, y a cada bordo de vuelta, los ves agitando los brazos y saltando, felices. En cuanto te acercas a la orilla, ni tiempo te dan a bajarte o a virar: ya están rodeando la tabla y gritando
¿me dejaaaas, me dejaaaas?
¡Luego, luego! les gritas, y sales al planeo de vuelta al mar con cara de terror, bombeando la vela, desesperado y murmurando-
Luego, luego... si no vais a saber ni subiros, horda de ansiosos...
Por fin, llega el momento en que hay que salir. Llevas horas evitándolo, pero TIENES que hacerlo. ¿Se habrán olvidado de tus largas, se habrán enfrascado en hacer castillos de arena o volcar sombrillas?
¡Pues no!
No bien has tocado con los pies el fondo, se oye el temido griterío:
¿me dejaaas, me dejaaas? Y no intentes decirles que no: te recordarán inmediatamente la promesa que les has hecho:
¡nos has dicho que cuando salieras!
No recuerdas haberlo dicho, pero sabes que no hay forma de evitarlo: tienes que dejarles. Así que te comes las uñas, la piel y parte de los huesos hasta el codo, mientras los ves subirse, regocijados, y caerse una y otra vez sobre la vela.
Cuando al final, consigues convencerles de que ya es suficiente (estás sudando como loco, y ves a tu madre/mujer/novia mirarte asombrada desde la orilla), toca sacar el material:
¡bueno, dejarme que la saco!
Por un increíble momento, te crees que te van a dejar, pero cuando comienzas a andar, dos, cuatro, seis, o doce manos se abalanzan hacia tí y agarran de cualquier parte, da igual que sea la punta, el medio o el final. Agarran y tiran. Da igual la dirección, algunos incluso tiran para abajo, y tú, ya agobiado, te encuentras con que mover un equipo de windsurf con niños colgando es más complicado que esa maniobra que llevas todo el día intentando.
Consigues llegar hasta el panteón playero familiar (vulgo sombrilla) y dejas caer la jauría con lo que ahora son sus arneses sobre la arena.
Habrá que desmontarlo todo, piensas. Y entonces miras las caras de expectación de la turba infantil que te rodea...