lukiluk
Totalwind Hero
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Va un rollete de los míos.
El bareto de mi barrio es como todos los baretos de barrio. Pasa mucha gente por allí. Unos van, otros vienen. Unos hablan mucho y les conoce todo el mundo. Otros solo miran y escuchan mientras se toman su consumición y nadie les conoce. Cada uno va y viene como quiere y habla de lo que quiere, de futbol, de política , etc.
Lógicamente el camarero, que es el baranda, trata a cada cliente como le da la gana porque para eso el bar es suyo. Algunos son de su mismo equipo de futbol y les pone unas aceitunitas con la consumición y a otros no, según lo vea.
El intenta mantener a la parroquia contenta porque es su chiringuito y vive de él, pero claro, a veces sale el cliente díscolo y hay que pararle los pies.
-Esto es mi bar, no el foro de Atenas, donde cada uno podía decir lo que quisiera ¡no te jode!.
El caso es que me he enterado de una cosa que ha debido decir un cliente del bar, pero no me he enterado porque se lo haya oído decir al cliente sino porque lo ha contado en público el camarero, habiendo callado la boca anteriormente al cliente por decirlo. Manda güevos.
O sea que le tapa la boca para que no hable y luego es él el que lo cuenta.
Y no acaba ahí la cosa, resulta que uno que no es ni cliente ni ná, y que hace mil años que no pasa por el bar, como se lo ha oído contar al camarero pues va y se le presenta al otro, que ya se había ido a su casa y no quería saber nada ya del asunto, y le cuenta sus penas sabiendo que el otro no le iba a contestar.
Mal por los dos.
El otro luego reconoció que estaba enajenado pero pienso que aún así, no debería haber entrado a voz en grito por muy aludido que se sintiese. El tema debería haber quedado zanjado con la despedida del primer cliente. Pero no,
¡Vaya par de justicieros que se toman la revancha por la mano!. El uno a golpe de autoridad poniendo sus riles sobre la mesa con arbitrariedad y el otro, amparado en el tumulto y la enajenación, lanzando sarcasmos a modo de piedras en vez de usar los conductos civilizados.
Como dicen en mi barrio, "que cada coyote se lama su cipote".
Espero que no se entere el camarero del bar de mi barrio de que lo he contado, porque lo mismo no me vuelve a servir una caña, pero me voy a arriesgar. Si no me sirve , luego ya veré yo si vuelvo o no vuelvo,... o vuelvo con el pelo teñido, con gafas y con bigote para que no me reconozca.
No sería la primera vez.
El bareto de mi barrio es como todos los baretos de barrio. Pasa mucha gente por allí. Unos van, otros vienen. Unos hablan mucho y les conoce todo el mundo. Otros solo miran y escuchan mientras se toman su consumición y nadie les conoce. Cada uno va y viene como quiere y habla de lo que quiere, de futbol, de política , etc.
Lógicamente el camarero, que es el baranda, trata a cada cliente como le da la gana porque para eso el bar es suyo. Algunos son de su mismo equipo de futbol y les pone unas aceitunitas con la consumición y a otros no, según lo vea.
El intenta mantener a la parroquia contenta porque es su chiringuito y vive de él, pero claro, a veces sale el cliente díscolo y hay que pararle los pies.
-Esto es mi bar, no el foro de Atenas, donde cada uno podía decir lo que quisiera ¡no te jode!.
El caso es que me he enterado de una cosa que ha debido decir un cliente del bar, pero no me he enterado porque se lo haya oído decir al cliente sino porque lo ha contado en público el camarero, habiendo callado la boca anteriormente al cliente por decirlo. Manda güevos.
O sea que le tapa la boca para que no hable y luego es él el que lo cuenta.
Y no acaba ahí la cosa, resulta que uno que no es ni cliente ni ná, y que hace mil años que no pasa por el bar, como se lo ha oído contar al camarero pues va y se le presenta al otro, que ya se había ido a su casa y no quería saber nada ya del asunto, y le cuenta sus penas sabiendo que el otro no le iba a contestar.
Mal por los dos.
El otro luego reconoció que estaba enajenado pero pienso que aún así, no debería haber entrado a voz en grito por muy aludido que se sintiese. El tema debería haber quedado zanjado con la despedida del primer cliente. Pero no,
¡Vaya par de justicieros que se toman la revancha por la mano!. El uno a golpe de autoridad poniendo sus riles sobre la mesa con arbitrariedad y el otro, amparado en el tumulto y la enajenación, lanzando sarcasmos a modo de piedras en vez de usar los conductos civilizados.
Como dicen en mi barrio, "que cada coyote se lama su cipote".
Espero que no se entere el camarero del bar de mi barrio de que lo he contado, porque lo mismo no me vuelve a servir una caña, pero me voy a arriesgar. Si no me sirve , luego ya veré yo si vuelvo o no vuelvo,... o vuelvo con el pelo teñido, con gafas y con bigote para que no me reconozca.
No sería la primera vez.